Fuego y Luz, pot Toa Darkon

Bueno, esta és una yggdrasil diferente. más de estilo fantástico, de una saga de yggdrasil cortos que pienso escribir llamada El Fin del Mundo. Espero que os guste y comentad....FUEGO Y LUZ

Mal. Hay algo que va mal. ¿No lo notáis? Es una sensación sutil, algo extraña, difícil de explicar. Noto como si en el mundo las cosas no estuvieran bien colocadas. No es el calentamiento global, ni la crisis, ni las guerras, es algo más profundo. Algo que, sinceramente, me atemoriza, pero paso de ello, y sigo mi camino hacia la escuela
Allí, el día me pasa tranquilo, normal y aburrido. No pasa nada en especial, salvo la penetrante sensación de que algo va horriblemente mal. Es una sensación tan lacerante, que hoy no me ha dejado ni concentrarme.
Cuando salgo por la puerta del colegio, me voy directo a la parada de autobús. No quiero que me hable nadie. En este momento sí que es jodidamente pesada la sensación de que algo va mal, y me molesta mucho. Y para colmo, un tío, que no conozco de nada, enorme, y enfundado en un abrigo marrón se me está siguiendo. Y no me gusta, no me gusta nada. Por suerte el autobús viene rápido y puedo irme relativamente tranquilo.
En cuanto llego a casa, voy directo a mi habitación, me quito los zapatos y me tiro a la cama, y, sin abrirla, me quedo allí dormido. Esa noche no duermo bien. Tengo pesadillas. Sueño con una gran guerra, y con monstruosos soldados, gigantes combatiendo contra valerosos soldados muertos, cadáveres descompuestos luchando contra hermosísimas mujeres guerreras, perros infernales destruyéndolo todo a su paso,…, y fuego.
Al día siguiente me levanto sudoroso y tarde. Me ducho rápidamente y desayuno como puedo. Voy corriendo a la parada del autobús, y lo pierdo en el último momento.
— ¡Mierda! —mascullo —.
Salgo corriendo en dirección a mi colegio, y llego por los pelos. Entro en clase y me siento. Por suerte, he dejado de notar la penetrante sensación de que algo va mal. Ahora que estoy tranquilo, puedo dedicarme a hacer otras cosas, como pensar, escuchar algo de lo que dice el profe en clase de tutoría, o mirar a la chica que me gusta la cual pasa de mí de la manera más grande posible.
Cuando se acaba el día, voy a coger el autobús, cuando veo que el hombre del otro día siguiéndome, y a la vez, comienza otra vez la sensación. Decido no coger el autobús. Entro en una especie de solar, que siempre está lleno de gente, pero que, curiosamente hoy, está vacío. Maldigo para mis adentros y sigo, acelerando el paso. Parpadeo. No dura más de seis escasos milisegundos, pero cuando abro los ojos, el hombre está justo delante de mí, sonriendo, mirándome, y con unos ojos que parecen en llamas de verdad. Ahora tengo mucho miedo.
El hombre menciona algo en un idioma desconocido, y, de repente, el hombre explotó en llamas, que, un segundo después se reconfiguraron para formar una llameante y enorme figura humanoide, claramente masculina y fornida, que me miraba con sus ígneos ojos. Del horror, me caigo al suelo, e intento retroceder, pero estoy paralizado por el pánico, y por la ahora literalmente insoportable sensación.
Veo como el gigante abre su mano, y de ella, las llamas crean una flamígera espada, con la que se acerca a mí. La alza, preparándose para partirme en dos, pero justo cuando su arma va a caer sobre mí, un rayo de luz cae del cielo. La luz es tan intensa, que tanto al gigante como a mí nos ciega. Cuando se apaga, justo en el lugar en el que impactó el rayo aparece una mujer muy joven montada en una criatura que parece un caballo. Ella va vestida con una armadura que se parecía a las antiguas armaduras nórdicas, solo que ésta brilla como un Sol. Su piel es blanca, muy blanca. Sus ojos, que se vislumbran detrás del yelmo, son del azul más profundo y brillante que jamás he visto. Y su cara, oh! La cosa más bella que he visto. Era perfecta. Veo como se encara al monstruo, que parece asustado (tan asustado como yo), le apunta con su lanza, y le dispara un brillante rayo de luz, que, al impactar con el gigante, lo hace explotar en un montón de chispas.
La miro, y comienzo a desmallarme. Lo último que oigo es su melodiosa voz gritándome: “¡Lífthrasir!”

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